críticón

Críticón

The hours o toda una vida en un solo día

En una recopilación de la vida de 450 genios occidentales de los últimos siglos un autor francés hace una selección de personajes de acuerdo a criterios que intentan ser universales. En su lista definitiva solo aparecerán ocho mujeres; entre ellas la escritora inglesa Virginia Woolf. Su infancia particularmente difícil tras haber sufrido de abusos sexuales de parte de dos de sus hermanos, y la perdida de ambos padres y demás miembros de su familia antes de cumplir los veinte anos contribuirán en el desarrollo de una personalidad que se caracterizo por una mezcla entre una gran admiración por una multitud de aspectos de la sociedad y de la vida en general, y por otro lado una gran atracción por la muerte. Esta ultima característica la llevo a una serie de intentos de suicidio recurrentes incluso en las supuestas etapas estables y satisfactorias de su vida, como los anos que siguieron al matrimonio con Mr. Woolf, refiriéndose a los cuales declara en su carta de despedida a el mismo no creer que dos personas hubieran podido ser mas felices de como ellos lo fueron. Con las imágenes de Nicole Kidman en el papel de Virginia caminando determinada hacia el pequeño río del poblado donde paso sus últimos anos, donde moriría ahogada con piedras en los bolsillos de su bata, empieza la película dirigida por Stephen Daldry. A pesar de que la imagen que Kidman nos ofrece no es precisamente aquella de una mujer de 59 anos muy cansada de una enfermedad que la tenia desde varios anos atrás al borde de la locura, es posible pensar que la caracterización no es lejana a la impresión que se hubiera podido tener de Virginia unos anos antes, mientras trabajaba junto a su marido en convertir su pequeña casa editorial en lo que seria una de las mas prestigiosas de Europa. Pocos años antes de escribir Mrs. Dalloway, un enorme manuscrito llego a las manos del matrimonio Woolf, en el cual el entonces desconocido escritor irlandés James Joyce les enviaba lo que seria su obra máxima Ulises, con la esperanza de que ellos supieran darle valor a sus esfuerzos de varios anos.. Virginia lee con atención hasta la ultima pagina, pero su conclusión le quita todo valor al documento al considerarlo vulgar, tanto en contenido como de un punto de vista literario. Joyce recupera Ulises y consigue publicarlo en una casa editorial en Paris. Poco tiempo después la novela de Joyce es reconocida en toda Europa como ejemplar, hecho que lleva a Virginia a releer detenidamente a Joyce, sin por ello cambiar su previa conclusión, y en cartas de la época condena al irlandés a ser olvidado en poco tiempo debido a su estilo banal en el limite de lo grotesco. Paradójicamente, tanto Ulises como Mrs. Dalloway buscan condensar en un breve lapso de tiempo la esencia de la vida entera. El amor, la soledad, la belleza, el sufrimiento, la armonía y la muerte, cada elemento presente en cada instante de la vida de las tres mujeres en torno a las cuales gira la historia de The hours, novela del escritor americano Michael Cunningham, ganadora del premio Pulitzer en 1999. La primera de ellas, Virginia Woolf (Kidman) crea desde siglos atrás a su personaje Mrs. Dalloway (Meryl Streep), que será presentado en una versión moderna escenificada en Manhattan en los tiempos del sida, viviendo en cohabitación homosexual, pero aun empezando su día en búsqueda de las flores que escogerá ella misma para la recepción que piensa dar al final del día. Un tercer personaje ordinario (Julianne Moore), creación del escritor de la novela, pero no por ello menos ligado al espíritu y sensibilidad de Woolf, vive un día de su vida a lo largo del largometraje a través del cual las tres historias quedaran entrelazadas. Sin desvalorizar las películas en las que las tres actrices han participado (en particular aquellas en las que Kidman ha participado a partir de Eyes wide shut), The Hours podría ser el punto mas alto de la carrera de las tres y esta destinada para un publico tan vasto como su contenido lo es.

Born into this

Charles Bukowski se presenta como un perdedor más. En cada miserable empleo que se consiguió a lo largo de su vida fue tratado con desprecio por sus superiores, explotado físicamente, estafado en la paga, y desalojado al primer comportamiento rebelde. Su paga, que hasta pasados sus 50 años nunca fue más allá de 100 dólares mensuales, fue consumida sistemáticamente en alcohol (cerveza, por lo general) y en prostitutas (de preferencia con algún defecto visible). Casi sin querer, sus narraciones se convirtieron en la voz que habla en nombre de los olvidados del sueño americano. Entre poemas de borracheras, cuentos morbosos y novelas eróticas, algunos editores sesenteros descubrieron y financiaron al alcohólico de más de 40 años que poco después sería mundialmente considerado como libertador de la poesía. La obra de Bukowski está impregnada de gran sensibilidad para representar, en un estilo lleno de imágenes comparable a aquel de las leyendas japonesas, alegrías y frustraciones escondidas en el cotidiano del proletario anónimo, resignado a no esperar mas de su vida aparte de un poco de humor auto-irrisorio, de placer comprado y de olvido bebido. Hank, como él se hacia llamar, se vuelve célebre y millonario en vida. Durante sus últimos veinte años es invitado a dar conferencias donde, en el transcurso de una hora, entre insultos a otros escritores o estudiantes, y la lectura (algunas veces desganada, otras con una entrega total) de algunos de sus poemas recientes, se ganaba un cheque correspondiente a poco menos de lo que obtenía como salario anual pocos años antes, y durante la mayor parte de su vida. Decepcionado por la pretensión que observó en el estilo de escritores con los que fue comúnmente comparado, Hemingway, Miller y el resto de la generación beatnik, Bukowski decidió no abandonar la falsa simplicidad de sus narraciones, y de su vida. A pesar de no haber podido evitar que personajes como Bono, Madonna, Rourke y Penn entraran en ocasiones a su casa, hizo lo posible por mantener a distancia cualquier celebridad, literaria o no, por más que en su juventud hubiera consacrado días y noches enteros a leer los libros escritos por dichos autores. En su costumbre de rechazar los múltiples encuentros con grandes figuras que le eran organizados, llegó al grado de ignorar la invitación que Sartre le hizo para que tomaran juntos un café en su única y catastrófica visita a Paris. Durante ese único paso por la ciudad luz fue expulsado de la respetable emisión Apostrophes (a la cual ni los presidentes en curso perdían la oportunidad de asistir) después de haber manoseado en directo a una escritora, vomitado frente a las cámaras, insultado a algunos escritores y forcejeado, navaja en mano, con los encargados de seguridad del foro). En medio de lo grotesco, lo morboso y lo perverso, un extraño y contagioso respeto por la humanidad consigue que pocos lectores, tras haber leído algunas de sus autobiográficas historias, se muestren indiferentes.

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